El Hombre y su Viaje Interior

Cavaleiro

Iniciación Masculina – Segunda Parte

Cuando el hombre viaja por su mundo interior, en busca de la respuesta que lo hará renacer, en busca de su Nombre Sagrado, al final del sendero, en su Núcleo, encontrará las dos Esfinges, que lo interrogan con una única mirada muda.

Y en esa mirada está el desafío al miedo, a la duda, -que puede paralizarlo- pero él acepta con coraje y pasa armado de una comprensión parcial, hacia más adelante aún, en busca de Sí mismo, porque él no es ni una esfinge, ni la otra.

Cuando llega a lo más recóndito de su Ser, se depara con su semejanza, su reflejo, pero no en un espejo, sino en un escudo; escudo con el cual ha devorado a sus semejantes, y lo comprende todo, porque tanto él contempla alguien semejante a él, como esa semejanza lo contempla.

Porque al contrario de la Mujer-Luz, el hombre común que aún no se ha trasmutado, es semejanza en el mundo externo, e imagen en el mundo interno.
Es él, contemplando a Sí mismo, porque el Hombre-Amor, el Hombre Verdadero aún no se ha revelado en el mundo Maya, que aún vive a través de sus viajes por el mundo de dentro, por su propio mundo interno; en cambio la Mujer contempla a Dios y Dios contempla a la Mujer.

Por eso los Misterios Masculinos siempre fueron mantenidos así, en secreto, prohibidos a las Mujeres, porque si hicieran el mismo Camino, si las enseñaran a hacerlo, recordarían todo aquello que tan hábilmente, habían barrido de la faz de la Tierra: la Verdad de la Creación.

Ese encuentro no satisface al Guerrero interior, al Hombre verdadero, que sigue buscando la respuesta, pues aún no entendió el significado intrínseco de su hallazgo.

Le fue dada, regalada la Sabiduría, pero no tiene el don de la comprensión desarrollado, y se vuelve a buscarla a ella, a la que espera una respuesta, y llega a sus pies, rendido, exhausto de una peregrinación que cree ha sido vana, y se sorprende al descubrir que en ella siempre estuvo la respuesta que buscaba, que lo único que tenía que hacer era… comprender.

Los hombres buscaron y encontraron una forma de tapar la Luz, prendiendo los corazones femeninos a sus propios Misterios Masculinos, sin darse cuenta de que con eso establecían una era obscura, sin sembrados y sin cosechas, una era de cosas adquiridas, con las cuales creyeron estancar el curso del agua de la Vida que se vierte de un Ánfora a otra.

Creyeron poder detener el tiempo, si la Luz no iluminaba el punto exacto, donde se pueden leer las historias; creyeron que encontrarían otro alimento, que no fuera tu Pan de Vida, que no fuera Mi Maná.

Pero… ¿ Quién puede impedir el Sol de iluminar las arenas del Mar? ¿Quién puede impedir la siembra y la cosecha de las estrellas de mar?

¿ Quién puede impedir que las espigas de trigo se eleven hacia el cielo, en una plegaria de mudos testigos, que anuncian el eterno retorno a los brazos de Mis Mujeres-Templo, que de alas extendidas adoran cada rayo de Luna, y cada destello de Sol, que generosamente derraman la Luz por todas partes?

Hombre-sombra, mujer-sombra, no te atormentes si las cosas son así, si no son lo que Maya te hizo creer, si te dejaste cristalizar por la ilusión de que estaba todo como debería ser; mas bien, si aún eres de la cofradía de los que piensan y no sienten, apresúrate, ponte a camino, deja todo para tras, aliviana tu fardo de «in-civilización», del peso de la civilización, de las amarras que creaste, que te prenden a esa cofradía.

Dirígete por el sendero más corto hacia tu mundo interior, hacia tu Núcleo, en busca de tu Nombre Sagrado, aquél con que te consagré Mi Dama y Mi Caballero, pues solamente allí encontrarás Tu Verdad, la Verdad sobre la Creación, y tu lugar de honra en ella.

No cierres más los ojos, pues el Tiempo de las Revelaciones ha llegado y el que no estudie la estrella, tendrá que hacer ofrendas diarias con su trabajo.

Tú eliges, el Camino te espera,
la Luz te espera, y Yo te espero,
para que realices tu transmutación
en Hombre-Amor,
para que aceptes Ser Mi Mujer-Luz.

Debes ponerte a camino de inmediato, porque la muerte se acerca a pasos largos, rodeada de estrellas y macabros fulgores.

Ella es como una tormenta, que puedes alejar con fórmulas mágicas, pero que no puedes evitar; siempre habrán encuentros entre tú y ella, como siempre habrán tormentas para conjurar.

Esos encuentros surgen cuando no estás evolucionando, cuando paraste tu caminar, y tus pies crearon raíces, cuando dejaste de leer los cristales y de cosechar estrellas.

Pero para que no llegues a ese punto, para que no tengas encuentros mortales, coloqué alarmas en tu sendero, que suenan y resuenan en los truenos de las tormentas, en los rayos que recorren los cielos, para que no duermas y la muerte te encuentre desposeída de tu Luz de Mujer, separado de tu Amor de Hombre.


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